A los 16 años decidí que la carrera de mi vida sería Ciencias de la Comunicación, era una muchacha presuntuosa, impulsiva, curiosa, inmadura, que más da. Ingrese a la universidad en la temporada de verano, recuerdo haberme convertido en un espíritu vagabundo, en un espectro asustadizo, no podía ser diferente.
Había pasado once años de formación en un colegio religioso de señoritas, era un bicho raro, en una generación de desenfreno. Para mí la universidad
fue como una dolorosa bofetada, solo puedo decir algo, ingresé, tropecé, protesté, desperté, aprendí, maduré un poco; y eso es todo lo que aun continúo haciendo.
Con el tiempo deje de ser incrédula, rompí los perjuicios y contextos, mi sexto sentido se convirtió en aliado. Gané experiencia, sigo conservando aquel ímpetu, a veces creo que hubiese sido bueno estudiar derecho, pero nunca tan bueno como estudiar Relaciones Públicas.
En realidad solo espero ser exitosa en la carrera que he elegido, pero pienso que para hacerlo, primero debo recordar en cada momento lo que es ser humana, tratar de sentir lo que los demás expresan de forma indirecta.
¿Quién tiene la respuesta?